Espiritualidad del Cooperador Avemariano


Espiritualidad del Cooperador Avemariano: 

la Encarnación del Verbo






La Virgen María es la Madre de Dios

María, que es verdadera Madre de Jesús, es verdadera Madre de Dios, porque Cristo, nuestro Redentor, es al mismo tiempo Verdadero Dios y Verdadero Hombre.
Este es el misterio principal y central de la vida de Santa María, del cual derivan y se fundamentan todos sus privilegios y todas sus perfecciones.
Al decir que María es Madre de Dios se afirman dos verdades:
a) María es verdadera Madre;
b) María es verdadera Madre de Dios.

María es verdadera Madre

Decir que María es verdadera Madre, significa que Ella contribuyó a la formación de la naturaleza humana de Cristo, del mismo modo que todas las madres contribuyen a la formación del fruto de sus entrañas. María es verdadera Madre porque Jesús es verdadero Hombre.

La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo, se encarnó recibiendo de la purísimas entrañas de María, lo mismo que reciben los hijos de sus madres: "Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, formado de mujer y sometido a la Ley" (Gál. 4,4).
Jesús, en cuanto hombre, toma su cuerpo de María Santísima en el tiempo, y así lo ha expresado la fe de la Iglesia, recogida en el número 16 del Catecismo de San Pío X: "El Hijo de Dios se hizo hombre tomando, en las purísimas entrañas de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo, un cuerpo como el nuestro y un alma como la nuestra".



María es verdadera Madre de Dios
Decir que María es verdadera Madre de Dios significa que Ella concibió y dio a luz a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo, aunque no en cuanto a la naturaleza divina, sino en cuanto a la naturaleza humana que había asumido.

 "María sabe que el que lleva por nombre Jesús ha sido llamado por el ángel Hijo del Altísimo (cfr. Lc. 1,32). María sabe que lo ha concebido y dado a luz sin conocer varón, por obra del Espíritu Santo, con el poder del Altísimo, que ha extendido su sombra sobre Ella (cfr. Lc. 1,35). María sabe que el Hijo dado a luz virginalmente, es precisamente aquel "Santo", el `Hijo de Dios", del que le ha hablado el Angel".                              (Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater n. 17).







Fuente de inspiración: La Encarnación del Verbo

   La espiritualidad, se fundamenta en la Encarnación del Verbo, que bajó a la tierra para regenerar al hombre, elevándolo, al unir la segunda persona de la Santísima Trinidad con la humanidad, haciéndose igual a nosotros en todo, menos en el pecado.

  También María es modelo en la Anunciación al acoger con sencillez la elección de Dios. María eleva a la humanidad al ser escogida y responder con su Sí a los planes salvadores de Dios. Del saludo del ángel -Ave María- surge el nombre de “Avemarianos”.

María se muestra como la mujer creyente; nuestra Madre y Maestra tuvo fe; así lo demuestra la alabanza de Santa Isabel: “Serás bienaventurada entre todas las mujeres” . “¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”.

El Cooperador  Avemariano necesita aprender de esa fe en Jesús que le llama, a Quien sirve, y por Quien es cuidado.

 El Cooperador Avemariano asume este espíritu como don del Señor a su Iglesia y lo hace fructificar de acuerdo con la propia condición laical o ministerial. Cada uno de ellos participa en la experiencia espiritual de Miguel Fenollera y se compromete a vivir siguiendo a Cristo en este camino, potenciando las actitudes que se desprenden de la espiritualidad de la Encarnación:

El Cooperador Avemariano se esfuerza por ser digno del nombre de Avemariano honrando a la Santísima Virgen con sus actuaciones, conducta y su fidelidad a la voluntad de Dios, expresada a través de la Iglesia.

Pide la fuerza necesaria para comprometerse, de manera concreta, en la formación humana y cristiana de niños y jóvenes; así como, en la defensa de la familia para restaurarla en Cristo.
Aprende cada día, en la Palabra de Dios a asimilar las lecciones de humildad, pureza, obediencia, sacrificio, sencillez, observancia, constancia y entereza de Cristo y de María en el misterio de la Encarnación.       Estatuto, Art. 11.

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